La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Esta es la ley de la conservación de la materia, un principio fundamental de la ciencia que ha permitido el avance tecnológico de la actualidad. En nuestro planeta existe una cantidad finita de materia en la forma de agua, aire, tierra, y por supuesto, vida. Somos los seres vivos quienes tenemos una capacidad increíble de transformar la materia, ya que si no transformáramos el alimento en energía simplemente no podríamos sobrevivir. Es decir, los desechos en nuestro ecosistema no existen.
Todo comienza con las plantas, ellas utilizan la energía del sol para transformar el aire, el agua y los minerales de la tierra en materia vegetal, y así darnos hojas, flores, frutos, granos, semillas, madera, y todo lo que consumimos los seres humanos y animales. ¿Cómo es que el aire, el agua y la tierra se convierten en hojas, flores, frutos, granos, semillas y madera? Las células de las plantas funcionan como fábricas de materia vegetal, en dónde los ingredientes son moléculas simples que se encuentran en el aire, el agua y el suelo. Sin dejar absolutamente nada fuera del proceso, los residuos o desechos de un organismo son aprovechados por otros. El oxígeno, dióxido de carbono, nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y demás nutrientes, son las piezas del rompecabezas que los procesos naturales ensamblan en forma de maíz, avena, lechuga, tomate, pasto y el sin fin de formas de la materia vegetal.
Al consumir nosotros estos alimentos, pasan por nuestro estómago para el proceso de digestión. En el estómago se encuentra un ejército de bacterias listas para jugar con el rompecabezas de la materia orgánica de los alimentos, y mediante un proceso de desintegración y reconstrucción, las bacterias del estómago extraen de la comida moléculas complejas como los carbohidratos, grasas y proteínas, y moléculas simples como calcio, fósforo, zinc y demás nutrientes. Todo lo que nuestro cuerpo no puede aprovechar en el momento de la digestión, es desechado en la forma de orinas y excretas.
Los deshechos humanos y animales contienen grasas, proteínas y carbohidratos que sirven de alimento para cierto tipo de bacterias, las cuales transforman los deshechos de vuelta a moléculas simples como el oxígeno, dióxido de carbono, nitrógeno, fósforo, etc. Así se completa el ciclo de la materia orgánica, en donde a partir de aire, agua y tierra se crea el alimento de los seres humanos y los animales, y después las bacterias se encargan de regresar todo a su forma original.
Cuando la cantidad de deshechos humanos y animales excede la capacidad natural del ecosistema para descomponerlos, esto ocasiona graves problemas de contaminación, como ocurre en el caso de asentamientos humanos y la actividad ganadera.
Liberar grandes cantidades de desechos al medio ambiente ocasiona emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación del agua y la creación de focos de infección. Afortunadamente, existe una diversidad de alternativas para disponer de los desechos que previene la contaminación del medio ambiente. Sin embargo, sólo una alternativa nos permite producir energía mediante el proceso de descomposición de los deshechos, la biodigestión anaerobia que ocurre dentro de un biodigestor.
Dentro de un biodigestor podemos encontrar más de 2,000 tipos de bacterias, cada una cumpliendo una función específica similar a una línea de ensamble, en dónde el producto de un tipo de bacteria sirve de alimento para otro tipo de bacteria, y así sucesivamente hasta llegar a la producción de metano al final de la cadena.
Ingeniero Civil por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), y cuenta con una maestría en Mecánica de Suelos por la Universidad de California en Berkeley. Actualmente forma parte del Programa de Biogás del Instituto Internacional de Recursos Renovables (IRRI), bajo el cual ha implementado estrategias de mitigación del cambio climático centradas en los biodigestores en colaboración con el Programa Bajo en Emisiones de México (MLED) de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
En 2015 publicó el Diagnóstico Nacional de Biodigestores Agropecuarios en México. Además es asesor del equipo de desarrollo e investigación de Sistema Biobolsa. Durante dos años formó parte del grupo de geotecnia de la empresa Arup en Los Ángeles, California, participando en el diseño del puente Gerald Desmond para el puerto de Long Beach, la línea de tren ligero Crenshaw/LAX en Los Ángeles y la torre Salesforce en San Francisco.