Los primeros años de la vida de María Luisa se desarrollaron en la ciudad. Junto con sus hermanas y hermano, vivió en la Ciudad de México hasta los cuatro años, cuando su padre decidió que era hora de mudarse a Hidalgo para estar más cerca de los abuelos. Su padre se hizo de algunos animales de traspatio, y su madre abrió una papelería para que niñas y niños de la comunidad tuvieran materiales escolares. Así llegó Maria Luisa a Cuautepec de Hinojosa, Hidalgo.
Una vez en el campo, María Luisa empezó a entender a fondo lo que en la escuela habían sido solo palabras: los ciclos de las plantas, de los animales y de la tierra. Comenzó a ver cómo se relacionan entre sí los recursos que el planeta nos ofrece. Desde una edad temprana, María Luisa comprendió la importancia del campo y la agricultura: ya sin intermediarios, ella podía ver de dónde venía el agua, de dónde la carne, quién producía sus alimentos y cómo lo hacían. Entendió que la vida no sólo florece en el campo, sino que depende de él.
Al crecer, María Luisa encontró una pasión en el aprovechamiento de recursos: el reciclaje, la hidroponía, la agricultura sostenible. Decidió estudiar energías renovables, consciente de que el futuro del mundo dependería de ellas. Así fue como llegó a Sistema.bio, una empresa en la que ha fungido diferentes papeles a lo largo del tiempo.
María Luisa comenzó haciendo sus prácticas profesionales con nosotros en 2016, tras conocer nuestro trabajo en una plática en su comunidad. Una vez terminadas sus prácticas, María Luisa regresó a la universidad para presentar su tesis y terminar su licenciatura. Un año después, en 2018, volvimos a llamarla para invitarla a nuestro equipo. María Luisa decidió tomar la oferta bajo el deseo de ayudar a los productores mexicanos, de darles herramientas para incrementar su productividad y reducir su impacto ambiental. Para ella, la oportunidad de ayudar a mejorar la economía del campo era inigualable.
Los siguientes dos años fueron para María Luisa una etapa de crecimiento y descubrimiento, aprendiendo nuevamente sobre la práctica lo que en la universidad había sido sólo teoría: cómo se produce el biogás, cómo funcionan las energías renovables, qué significa en términos reales la soberanía energética.
Si bien a lo largo de su carrera María Luisa ha tenido la oportunidad de hacer incontables ventas, la que mejor recuerda es la primera. Al comenzar su nuevo empleo, pegaba carteles informativos en forrajeras, veterinarias y carnicerías. Gracias a ellos recibió la llamada de los Templos, una familia interesada en Acaxochitlán, Hidalgo. Tras una breve conversación, agendaron una visita. Con ayuda de la familia, María Luisa logró descifrar el complicado y a veces insuficiente transporte público rural para llegar a Acaxochitlán. Una vez en casa de los Templos, la visita y la venta se desarrollaron naturalmente, como si fueran viejos amigos. “Ellos me recibieron de la mejor manera, aunque no nos conociéramos. Sentí muy bonito que me dieran la confianza”.
Esa fue la primera vez que María Luisa vio los frutos de todo su esfuerzo, el resultado de tantas caminatas bajo el sol. Desde esa primera experiencia, ha perfeccionado el arte de la comunicación, la honestidad, la apertura para aprender de lo que cada familia del campo aporta a nuestro mundo.
El trabajo de Maria Luisa, como el de todos y todas las agentes de ventas que día con día salen al campo, va mucho más allá de las ventas. Su labor principal está en el intercambio, en el aprender y compartir aprendizajes sobre las mejores prácticas en la agricultura. A final de cuentas, nuestro verdadero potencial de impacto reside en nuestra capacidad de encontrar un punto de reunión entre la innovación y la gran diversidad de tradiciones del campo. “Lo que más me gusta de mi trabajo es la oportunidad de conocer otras formas de vivir. Las experiencias que nos platican los productores, todo lo que nos enseñan. Siempre me dan ideas de cómo vivir mejor”.
Ella, como muchos miembros de nuestro equipo, encuentra el motor de su trabajo en la oportunidad de dar un poco de vuelta a quienes nos dan tanto: el planeta, el campo y quienes día con día lo trabajan para que nosotros tengamos comida. Es por eso que, ahora más que nunca, María Luisa recorre el campo hidalguense visitando una por una a las familias productoras. Porque conoce bien los beneficios que los biodigestores ofrecen. Porque sabe que su esfuerzo tiene un impacto claro y medible sobre la economía de las familias del campo.
María Luisa, ahora Coordinadora Regional de Ventas, ha entendido que todo en esta vida depende de los recursos. Cómo los obtenemos, cómo los usamos y qué tanto los aprovechamos. Si nuestro recurso es el aprendizaje, hay que aplicarlo y compartirlo. Si es el agua, hay que recolectarla y administrarla. Si es la caca, hay que aprovecharla. “La clave de la sostenibilidad está en hacer muchas cosas con lo que tenemos”.
Es esa conciencia la que María Luisa ha buscado compartir con los productores mexicanos —y ahora con su equipo. La sabiduría del hacer más con menos, de analizar los impactos de todo lo que hacemos: “Para mí la sostenibilidad sería que cada familia aproveche al máximo los recursos que tiene, contaminando lo menos posible. Y que sepan cómo hacerlo, porque todos contaminamos sin darnos cuenta”.
Para María Luisa, las cosas tienen que cambiar —y pronto: “Necesitamos que la gente crea en las nuevas energías, que sepan que tenemos que empezar a hacer las cosas de una manera diferente”. Por eso en Sistema.bio unimos fuerzas con pequeños productores alrededor del mundo: porque al cambiar pequeñas prácticas lograremos grandes cambios.
Texto por Elena Coll | Arte por Brianda Suárez | Editado por Montserrat Cortez y Xunaxi Cruz