Carlos es muchas cosas. En su historia se reúnen las perspectivas de un padre, un hijo, un productor, un ingeniero, un estudiante y un maestro.
Él creció en el campo, entre cultivos de trigo y algodón. La agricultura era el fuerte de su padre, quien le dio a Carlos una tradición ganadera que lo ha acompañado toda la vida. Nacido en Mexicali, Baja California, Carlos dedicó una gran parte de su vida a la industria petroquímica. Al jubilarse, después de 32 años trabajando en el sector de hidrocarburos, él y su esposa Tomasa regresaron al campo en 2007. Este cambio significó para él el cierre de un ciclo y el inicio de otro. Con ganas de regresar a sus raíces, se hizo de una tierra en Altamira, Tamaulipas, y de algunos animales —vacas, borregos, cerdos y gallinas. Al regresar, Carlos recordó que no solo ama la vida de granja, sino que ama el campo mismo. “Estoy muy satisfecho de que mi vida sea en el campo ahora”, nos dice.
Carlos fue uno de nuestros primeros clientes. Lo conocimos en el 2011, un año difícil para muchas familias mexicanas. En un país asediado por la violencia, por la guerra contra el narcotráfico y la inseguridad que ésta conllevaba, las nuevas propuestas y los cambios de perspectivas eran especialmente necesarios. Las cosas tenían que cambiar. Es en este contexto que surge Iniciativa México, un reality show con enfoque social organizado por el gobierno federal y los principales medios de comunicación del país. Sistema.bio participó como uno de los concursantes del reality, y Carlos fue seleccionado como beneficiario. Fue esta participación la que nos permitió iniciar esta ya larga colaboración con él —y con muchos productores mexicanos más.
Tampico y sus alrededores fueron elegidos para participar por sus altos índices de violencia y delincuencia. En aquella época, el recién jubilado Carlos comenzaba un nuevo proyecto de vida.
Al jubilarse, Carlos inició dos ciclos nuevos de manera simultánea: el ciclo de productor, de campesino, y el ciclo de estudiante, de aprendiz. Una vez de regreso en sus raíces ganaderas, decidió hacerse de herramientas para sacarle el mayor provecho a este nuevo proyecto de vida en el campo y se inscribió a cursos de manejo de animales en un instituto tecnológico, así como a capacitaciones para la elaboración de chorizo, quesos y otros productos derivados animales. En ese proceso se dio a conocer con otros productores de la zona.
Al llegar Iniciativa México a la zona rural de Altamira, el gobierno municipal buscó a pequeños productores para instalar biodigestores en sus granjas. Las autoridades hablaron con él un fin de semana, y el lunes siguiente estaba Camilo Pagés, co-fundador de Sistema.bio, en su casa. Esa misma semana se instaló el biodigestor. “Y así comenzamos esta muy bonita aventura”, nos dice Carlos.
Para él, las primeras conversaciones con Camilo fueron edificadoras. Después de tantos años produciendo gas metano de manera industrial, la idea de producirlo en casa era emocionante. Si bien no conocía los biodigestores, confiaba en Camilo y en nuestro innovador producto. Sobre todo, partía desde una confianza en las nuevas generaciones de pensadoras y pensadores.
Al haber formado parte de la industria petroquímica, tenía la certeza de que eran cada vez más las personas que encontraban a través del estudio, la investigación y la experimentación nuevas maneras de generar energía: “Era consciente de que hay gente que ha estudiado y ha encontrado nuevas maneras de obtener energías, y me daba confianza, sabía que eran cosas buenas y de mucho provecho. Y así fue”.
Desde entonces, su vida ha cambiado. Lo que es más, han cambiado las cosas en su granja, pero también ha cambiado su rol dentro de su comunidad, dentro del campo mexicano —ha cambiado incluso su rol en el futuro del mundo.
Carlos y Tomasa cultivan sorgo, maíz, zacates cubanos y alfalfa, junto con otras especies comunes para la ganadería de la zona, en 3 hectáreas de siembra. Antes de tener su biodigestor, usaban un costal de fertilizante químico por hectárea —en cada ciclo de siembra. Su tierra estaba cansada. Y si bien los fertilizantes químicos ayudaban a la tierra a sobrellevar cada periodo de cultivo, ellos la notaban cada vez más débil. “La tierra está cansada, hay que fortalecerla. Y sí, los fertilizantes químicos le ayudan, pero a la larga la van perjudicando”. El proceso observado por Carlos es el que observan productoras y productores de todo el mundo: la tierra pierde nutrientes con cada ciclo de arado, siembra y cosecha.
Ahora, gracias al biofertilizante, Carlos y Tomasa tienen una tierra diferente: tienen la tierra que necesitan. Una tierra fuerte que resguarda sus nutrientes y que acoge sus cultivos año con año, dándoles los mejores alimentos para su familia, sus clientes y sus animales.
Si algo distingue al Sr. Carlos es su arduo trabajo, sus valores y su pasión por contribuir a mejores vidas. En los últimos 10 años, ha tenido un impacto sustancial en su comunidad, compartiendo información con sus vecinos sobre energías renovables y alternativas para empoderarse, todo esto de la mano de su esposa Tomasa. Al preguntarle sobre su familia, Carlos nos comparte: “En casa vivo con mi esposa Tomasa (Doña Tomy), compañera de mil batallas, originaria de CD. Mante, Lic. en Enfermería ya jubilada también, mujer de manos callosas y cara curtida por el sol. Hemos envejecido juntos, tenemos tres hijos que trabajan en el sector salud y nos llenan de orgullo por ser personas sencillas y humildes con vocación de servir al semejante”.
Esta familia ha cocinado tres comidas diarias con el biogás producido por su biodigestor desde el 2011. Ya solo compran dos o tres tanques de gas LP por año —cuando Tomasa hornea pan, pasteles o galletas.
Con su biodigestor, Carlos y Tomasa producen todo lo que necesitan. Lo que es más, el biodigestor les permite encontrar un balance en su granja, aprovechar todos sus recursos y reducir su huella ambiental. Les permite convivir en armonía con su entorno y el planeta en el que viven.
El proyecto de vida que Carlos inició en 2007 no solo impactó positivamente en su entorno sin afectar el ecosistema, sino que también ha cambiado ya la historia de la agricultura y la ganadería mexicanas. Después de recibir su biodigestor, la granja de Carlos se convirtió en un escenario del cambio, de las posibilidades, del intercambio de aprendizajes. A partir del 2011, Carlos comenzó a recibir a diferentes productoras y productores en su granja para hacer demostraciones y dar pláticas sobre los biodigestores, el biogás y el fertilizante orgánico. Desde entonces, instituciones académicas y asociaciones ganaderas han contactado a Carlos, quien a lo largo de los años se ha convertido en portavoz de las energías renovables —en conferencias, pláticas con asociaciones ganaderas y redes sociales.
La persona que recibió uno de nuestros primeros biodigestores por mera casualidad, por azares del destino, es hoy uno de nuestros más grandes ejemplos de que el cambio es posible, y de que somos nosotras y nosotros quienes lo hacemos. Si bien Carlos no conocía el biogás ni los biodigestores cuando recibió su sistema, poco a poco se ha convertido en un experto —no solo ha mantenido una bitácora diaria de los procesos de su biodigestor, sino que ha estudiado a fondo la diferentes posibilidades que ofrecen las energías renovables.
En colaboración estrecha con Camilo Pagés y con Luis Rojas, técnico de Sistema.bio, Carlos ha compartido con expertos y estudiantes de diversas instituciones todo lo que hay que saber sobre el biogás y los biodigestores. “Eso a mí me motiva y me llena de satisfacción, poder compartir con los jóvenes y saber que hay instituciones de un alto nivel académico que se preocupan también y que reconocen que nosotros como simples ciudadanos podemos hacer algo también para poder convivir con la tierra y no destruirla como por años lo hemos hecho. A mi me da mucha satisfacción y yo seguiré haciéndolo”.
A través de su biodigestor, Carlos se ha abierto muchas puertas, se ha hecho de nuevas amistades, y ha encontrado nuevas pasiones. Sobre todo, ha encontrado una manera de contribuir al futuro del mundo.
Queremos un mundo mejor y una humanidad más consciente y solidaria. Queremos tierras para quienes las trabajan, bosques para quienes lo habitan y mares para quienes los recorren —y queremos mejor y más nutritiva comida para todas y todos. Lo mismo quiere Carlos. Y para lograr esto, es necesario un cambio en nuestra manera de producir, en nuestra manera de trabajar y habitar nuestra Tierra.
La agricultura tiene un gran impacto en el medio ambiente, el cual podemos revertir con simples cambios de prácticas, de tecnologías y de conciencias. Biodigestores como el de Carlos contribuyen a reducir dicho impacto desde diferentes niveles: a nivel de las tierras de arado y de cultivo, proveen un biofertilizante que le regresa los nutrientes y mejora su salud a largo plazo; a nivel de manejo de residuos, contribuyen a disminuir la emisiones de gas metano al tiempo que evitan la contaminación de ríos y lagos. Con el biogás, desplazan la quema de combustibles sólidos y contribuyen a disminuir la deforestación.
En estos 10 años, hemos aprendido que el futuro de nuestra Tierra está en manos de quienes la trabajan. Por eso nos concentramos en productores como Carlos, que se levantan temprano cada mañana y lideran el cambio, dirigen el futuro. Él conoce de primera mano la responsabilidad y el esfuerzo que conlleva la vida del campo: “yo disfruto mucho lo del campo, pero soy empático con los campesinos y me doy cuenta de que vivir del campo 100% es un reto muy difícil. Yo no sé cómo le hacen los hermanos campesinos pero bueno, pues salen adelante con sus tareas y sacan adelante a sus familias con muchas carencias y dificultades, pero muy contentos. La gente del campo es una gente muy agradecida. Nos da mucho placer, nos da gozo convivir con gente tan humilde y amena”. Por eso, nos dice, es importante apoyar a nuestras productoras y comprar de nuestros campesinos. Porque de ellos depende nuestra vida.
Texto por Elena Coll | Arte por Brianda Suárez | Editado por Montserrat Cortez y Xunaxi Cruz