Feliciano Tlatoani Gómez trabaja en el campo sembrando maíz, produce leche con 12 vacas de ordeña, 10 becerras que generan los ingresos de todos los días para su familia.  Así como él, millones de pequeños productores agropecuarios alrededor del mundo producen el 80% de los alimentos que se consumen en todo el planeta. Sólo en México existen 5.3 millones de unidades económicas rurales de las cuales 72.6% se caracterizan por para el autoconsumo de la familia que los produce.

Se tiene previsto que para el año 2050 la población mundial aumente a 9,700 millones de habitantes y uno de los principales retos será satisfacer las necesidades alimentarias de toda esa población. El problema de satisfacer esta demanda es que se crea una competencia por los recursos naturales, aumenta la deforestación y la degradación de suelos por prácticas agropecuarias no sustentables.

Según datos de la FAO la ganadería es responsable de casi ⅔ de la producción de gases de efecto invernadero a nivel mundial y para 2050 la producción ganadera deberá aumentar un 60% para alimentar a la población. El cambio climático producido por los gases de efecto invernadero afecta de forma directa la producción de alimentos, SAGARPA estima que cerca del 8% la producción e incluso hasta el 46% se puede perder en presencia de huracanes y fenómenos producidos por el cambio climático como el Niño.

En el día mundial de la alimentación las organizaciones a nivel mundial buscan soluciones a este grave problema: ¿cómo garantizar la producción de alimentos de manera sostenible? Lamberto es un pequeño productor orgánico de la región de Villa del Carbón y él utiliza un biodigestor para echar a andar el campo de forma sustentable.

“Tenemos que echar andar el campo porque nos estamos acabando el suelo”.

Los biodigestores funcionan como una forma de mitigación del cambio climático ya que al introducir los desechos animales en un contenedor cerrado, el metano emitido por la descomposición de éstos puede  aprovecharse como energía renovable para cocinar y calentar agua; desplazando al mismo tiempo el CO2 producido por la quema de combustibles fósiles o leña.

Lamberto conoció los biodigestores de Sistema Biobolsa por un concurso de Iniciativa México y consiguió el suyo. Este sistema no sólo le está ayudando a ahorrar en gas LP y otros combustibles, también les ayuda a echar a andar el campo ya que el sistema de biodigestión también genera un fertilizante natural llamado biol. El biol se produce en el contenedor y se mejora por la actividad de las bacterias anaerobias. Al aplicarlo directo a los cultivos aumenta la disponibilidad de nutrientes del suelo, la retención de líquidos y crea un micro clima adecuado para las plantas.

Debido a su contenido de fitorreguladores estimula el desarrollo de las plantas, favorece su enraizamiento, alarga la fase de crecimiento de hojas (quienes serán las encargadas de la fotosíntesis), mejora la floración, activa el vigor y poder germinativo de las semillas. El biol puede aumentar hasta en un 25% la productividad de los cultivos y se refleja directamente en la altura y diámetro de las plantas. Estos beneficios las familias pueden aprovecharlos para vender los excedentes y generar ingresos extra.

“Por cada litro de biol que produce mi Biobolsa estamos generando un kilo de comida, puede ser un kilo de hortaliza, maíz, frijol y calabaza”.

De esta forma los biodigestores generan una red de sustentabilidad para los pequeños productores, en donde utilizan el fertilizante del biodigestor para sus huertos, del huerto sacan hortalizas, frutas y verduras, el excedente  lo venden,  y la merma es consumida por los animales  que a su vez producen el estiércol para generar el biogás y el fertilizante. Es un ciclo virtuoso en el que no se desperdicia nada.  En 2017 Sistema Biobolsa busca impactar y llevar a más granjas un modelo de agricultura sustentable que permita satisfacer la demanda de alimentos no sólo a nivel nacional, pues esta empresa mexicana tiene oficinas en México, Nicaragua, Colombia, Kenia y la India.

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