Liliana: El arte de encontrar soluciones

Bien es sabido que vivir del campo no es cosa fácil. Es por eso que, hace 10 años, Sistema.bio decidió dedicarse al trabajo con pequeños y medianos productores: para nosotros era evidente que invertir en ellos sería clave en la lucha por nuestro planeta, por la seguridad alimentaria y por mejores vidas para miles de personas. Y los resultados de esa decisión no dejan de sorprendernos.

Liliana nació y creció en San Felipe del Progreso, Estado de México. Su padre cosechaba maíz y su madre tenía una pequeña hortaliza. Vivió en el rancho familiar los primeros 7 años de su vida. Después, como muchas otras personas del campo, Liliana y su familia tuvieron que dejar el rancho en búsqueda de una educación tradicional. Años después, Liliana se mudó a la Ciudad de México para estudiar Contaduría Pública —pero siempre consciente de sus raíces, de los tesoros infinitos que el rancho de su infancia le había dado: “yo recuerdo que mi mamá nos decía, tráete unos huevitos, corta unas calabacitas, tráete esto y el otro. Es decir, abríamos la puerta de nuestra casa y teníamos ahí mismo toda nuestra comida”.

Tras un problema de salud de su padre, Liliana decidió volver al rancho  para estar más cerca de su familia. Una vez de regreso en sus raíces, revivió en Liliana la memoria del rancho, el amor por el lugar que la vio crecer. Fue entonces que decidió reactivarlo con su propio proyecto productivo, una decisión que cambió su vida para siempre —y la de muchas otras personas.

Al estudiar sus posibilidades, Liliana se decidió por la cría de conejos, una idea innovadora en una zona donde lo habitual era la cría de ganado ovino y bovino. Para Liliana, este proyecto significaba una apuesta, un salto de fe en búsqueda de una vida nueva para ella y su familia. Y fue esa apuesta la que le ganó un lugar en la historia productiva de la región.

Al comenzar su proyecto, Liliana vendía la carne a carnicerías locales, una práctica que pronto resultó poco efectiva. En temporada alta las ventas apenas cubrían los gastos de mantenimiento, y en temporada baja la alta producción de las conejas resultaba en cuellos de botella con respecto a la demanda. “En la cunicultura se trabaja duro los 365 días del año. Las conejas no obedecen temporadas al reproducirse, ¡y las crías comen todos los días! Era casi imposible alimentar a 2,800 conejos con los ingresos que nos daban las ventas”, nos comparte Liliana.

Liliana trabajó así durante dos años, pero pronto llegó el cansancio y la frustración. El pronóstico era ominoso: el negocio en el que tanto había invertido no era rentable. Sin embargo, rendirse no era una opción. Liliana tenía como ejemplo a sus padres, quienes le habían enseñado el valor de reinventarse, de buscar soluciones alternativas a los problemas que la vida les presentaba. Decidió hacer un último esfuerzo, un último intento por rescatar ese nuevo proyecto de vida: “yo me dije, si tanto critico a la gente que no se mueve, no puedo ahora tirar la toalla. Tengo que dar el ejemplo, demostrar que sí se puede vivir del campo”.

Liliana comenzó a moverse entre sus conocidos, buscando asesoría del gobierno y de los expertos en el mercado. Así llegó a un congreso de cunicultura donde encontró la clave de su éxito: la imaginación. En un descanso entre conferencias, Liliana probó una hamburguesa de conejo: “la probé y dije, ¿cómo? ¿Por qué no hay más hamburguesas de conejo? ¿Qué otros productos puedo hacer con mis conejos?

Regresó al rancho con una idea clara: para sacar adelante su proyecto, tenía que salirse de la caja. Si su mayor desafío era la dependencia de los mercados locales, lo que debía hacer era cambiar ese mercado. Se unió con otros cunicultores de la zona y comenzó a producir guisos de conejo, mismos que vendería directamente a los consumidores. Pronto su nueva idea dio frutos, y por primera vez su producción comenzó a ser rentable.

Fue en ese proceso de reinvención en el que Liliana encontró a Sistema.bio. Aprendió de nuestro trabajo al vernos en la televisión, y de inmediato supo que en los desechos de sus animales se escondía un gran tesoro: “yo dije, ¡claro! Yo sabía que ahí había algo, a mí las tinas de los desechos siempre me han olido a gas”. En el siguiente congreso al que asistió, preguntó al ponente si era posible producir biogás con desechos de conejo. El ponente, un ícono de la cunicultura en España, le dijo que no era posible. Sin embargo, y afortunadamente, Liliana decidió no escucharlo: “cuando a mí me dicen que no, yo siempre me pregunto, ¿por qué no?

Liliana, innovadora incansable, decidió llamarnos para tener una segunda opinión. Compró su primer biodigestor en 2013, y después de un mes su bolsa estaba completamente inflada con biogás. La valiosa energía renovable llegaba en el momento perfecto: ahora podía cocinar sus productos sin tener que invertir en gas LP. “El biogás me cayó como anillo al dedo”, nos dice Liliana entre risas.

Ahora Liliana tiene un multireactor, mismo que le permite cocinar en mayores cantidades y satisfacer la creciente demanda de sus productos: con la llegada de la COVID-19, la asociación de productores iniciada por Liliana comenzó a hacer ventas a domicilio en la Ciudad de México. Ahora sus hamburguesas, su tinga y su conejo en salsa mazahua alimentan a más familias, acercándose día con día a la meta de Liliana: “mi meta es hacer de la carne de conejo la principal proteína cárnica del país, pues es una de las más sanas. Como decimos aquí, ‘para que no se haga viejo, coma carne de conejo’”.

Historias como las de Liliana nos recuerdan el valor de la reinvención y la resiliencia. Pero también nos recuerdan la importancia de lo que hacemos: invertir en tecnologías limpias para pequeños y medianos productores tiene un impacto que va mucho más allá del cuidado del medio ambiente. También significa la creación de nuevas oportunidades económicas, nuevos caminos para encontrar las respuestas a los problemas que el mundo nos presenta.

Para nosotros, conocer las historia de nuestros usuarios es siempre fuente de inspiración, admiración y orgullo. En nuestro décimo aniversario, agradecemos a todas y cada una de las personas que creyeron en nosotros, que apostaron por una nueva manera de hacer las cosas. Agradecemos a todas y todos los usuarios que se han unido a nuestro movimiento, que día con día crean valor a partir de sus desechos.

Texto por Elena Coll | Arte por Brianda Suárez | Editado por Montserrat Cortez y Xunaxi Cruz


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