Brianda Suárez
Graphic Designer
El mundo está experimentando una ola de transformaciones cruciales. Sin embargo, estos impactos nos afectan de manera diferenciada de acuerdo a diversas variables, incluyendo el género.
Aquí es donde entra el ecofeminismo. ¿Por qué hablar de “feminismo” y “ecología” en la misma teoría y práctica? ¿Existe realmente una relación entre las dos? Recuerdo que a principios del año pasado leí sobre cómo el COVID-19 afectaba más a las mujeres que a los hombres. De hecho, en México, 7 de cada 10 personas que perdieron su trabajo debido a la pandemia son mujeres. Siempre he sido una feminista activa y siempre he tenido la necesidad de comprender en profundidad por qué situaciones como estas muestran una diferencia entre géneros. ¿Es algo biológico? ¿O es el resultado de la construcción social que ha dividido y disociado a ambos géneros dando como resultado experiencias de vida muy diferentes?
Lo que realmente sucedió durante la pandemia es que los problemas existentes simplemente se acentuaron. Se intensificaron aún más las injusticias sociales y ambientales que habían existido durante siglos. Ahí es donde comencé a involucrarme en el ecofeminismo y me di cuenta de su importancia y necesidad en estos tiempos, ya que busca visibilizar las injusticias y desigualdades que enfrentan las mujeres frente a la crisis climática y ambiental.
Hoy en día, hay millones de mujeres cuyas vidas se ven directamente afectadas por los efectos excesivos de la actividad humana. El capitalismo extractivista y patriarcal ha generado una sociedad que constantemente cava una brecha cada vez mayor entre nosotres y el medio ambiente. La Madre Naturaleza es femenina y, como todas las mujeres en una sociedad machista, está siendo explotada. En un momento en que la crisis climática es cada vez más grave, las mujeres tienen más probabilidades de sufrir sus efectos, lo que a su vez acentúa su vulnerabilidad a los impactos ambientales y limita su capacidad de adaptación a los riesgos que estos cambios generan.
Según las Naciones Unidas, el 70% de las personas que viven en la pobreza son mujeres; “aunque las mujeres hacen el 66% del trabajo en el mundo y producen el 50% de los alimentos, solo reciben el 10% de los ingresos y poseen el 1% de la propiedad”. Las mujeres están social y económicamente restringidas a la hora de afrontar el clima. La falta de alimentos y agua les afecta directamente, sobre todo porque las mujeres y las niñas son las que habitualmente se quedan en casa cuidando las cosechas, recogiendo agua, leña y realizando todas las actividades domésticas, incluido el cuidado de sus propias familias.
Así mismo, los recursos limitados significan que las mujeres y las niñas tienen que caminar largas distancias y largas horas. Como resultado, tienen menos tiempo para la educación y carecen de actividades generadoras de ingresos, así como de participación en los procesos de toma de decisiones.
Foto por: Brianda Suárez
En Sistema.bio abordamos estos problemas a través de la energía renovable. Las mujeres que tienen acceso a biogás tienen más tiempo para atender sus granjas y familias, y están menos expuestas al humo tóxico liberado por la quema de madera o carbón. Sus finanzas comienzan a crecer y estabilizarse y, lo que es más importante, pronto tienen ingresos suficientes para pagar su salud y la educación de sus familias, por ejemplo, las colegiaturas de sus hijos.
El ecofeminismo cree en la colectividad. Niega el hecho de que nosotres, como seres humanos, tengamos que vivir basados en la teoría de Darwin de la “supervivencia del más apto”, que busca formas de sobrevivir por nuestra cuenta, por nuestras propias necesidades. En cambio, el ecofeminismo nos dice que para sobrevivir tenemos que apoyarnos unas a otros, tenemos que entender que la protección del medio ambiente es la protección de todas nuestras vidas.
El ecofeminismo es mucho más diverso de lo que se puede explicar en este artículo, pero hay formas en las que podemos incluir sus prácticas en nuestra vida diaria y formar parte de su propuesta para crear un mañana mejor.
1. Empieza por ti y cuestiona todo lo que consumes. ¿De dónde viene? ¿Cuántas manos participaron para crear esto? ¿Reciben estas personas una remuneración adecuada por su trabajo? El ecofeminismo es radical, ya que es una teoría y una práctica que piensa en la “raíz” de las cosas. Razonar sobre el origen de lo que nos rodea permite una mayor reflexión sobre qué, cómo y dónde consumimos todo lo que hacemos.
Foto por: Brianda Suárez
2. Busca formas en las que puedas apoyar a tus comunidades locales. Hay muchos proyectos / iniciativas que funcionan a nivel local, quizás no tan populares pero quizás más cercanos de lo que pensamos.
3. Involúcrate. El activismo ecológico, las prácticas agroecológicas, la protección de todas las especies de la tierra, la creación de redes y comunidades, la comprensión de la distribución y el consumo, el reciclaje y/o la promoción de la educación ambiental, pueden ser formas ecofeministas de crear una nueva cultura de igualdad y sostenibilidad.
En Sistema.bio no damos por sentado estos problemas. Uno de nuestros valores destaca que “esperamos un alto rendimiento unos de otros porque estamos resolviendo los problemas más importantes de la humanidad”. Dar acceso a las mujeres a biogás y biofertilizantes, y darles una solución para utilizar sus desechos y convertirlos en valor está generando un cambio radical de paradigma; transforma, amplía y mejora la forma en que aprendemos cómo habitar la tierra2.
Foto por: Brianda Suárez